¿Ninjutsu en el siglo XXI?

La historia colectiva del ninjutsu fuera de Japón es apasionante, y corre paralela (precisamente por eso es tan apasionante) con la evolución de este arte en Japón.

 

Los años 70 y 80 del pasado siglo fueron el boom. El cine de artes marciales propició la primera ola de “ninjamanía” y Hatsumi Masaaki alcanzó el reconocimiento internacional como único maestro legítimo para transmitir esa tradición; él y naturalmente sus alumnos titulados. El Dr. Hatsumi disfrutó pacíficamente de esa posición durante muchos años.

 

La irrupción de internet en el mundo provocó a lo largo de los 1990´s y definitivamente a partir de los 2000 un profundo sentimiento crítico; el acceso a libros y películas japoneses, la traducción de Bansenshukai, Shoninki, Ninpiden y otros textos antiguos destruyó la visión del ninjutsu tal como hasta ese momento lo habíamos considerado. Se destruyó el mito del ninjato, de los “shuko” para trepar, de la radical separación entre ninja y samurái, de los trajes negros con capucha para toda ocasión… De repente sonaba ridícula la expresión “cinto negro tercer dan de ninjutsu”.

 

El acceso a documentos japoneses, la apertura a occidente de Kawakami Jinichi soshike y Kiyomoto Yasushi sensei y Murata Tesshin sensei (Koka Ban to) y de otros grupos de estudio del ninjutsu, la creación de un departamento de investigación universitaria a cargo del profesor Yamada…. y otra larga lista de circunstancias provocaron entre los estudiantes devotos la proscripción de la palabra “ninja” (ahora asociada al manga y la cultura pop y por tanto en una ambivalente posición de amor-odio) y la restauración a su lugar correcto de términos como Shinobi, ninshi o shinobi-samurai, nokizaru, suppa…

 

Es un avance que hayamos sido capaces de diferenciar la verdad histórica y los mitos de la cultura pop que hace años nos enamoraron y nos hicieron emprender un camino que no podríamos ahora continuar si no renunciamos a ellos; no es preciso destruirlos, pero sí “guardarlos en el armario” como hacen los estudiantes con sus libros del curso ya terminado.

 

Ahora que ya conocemos la diferencia entre el shinobi histórico y el “ninja pop”, entre la transmisión shinobi antigua y el “ninja kungfu” moderno cada uno puede elegir lo que le parezca mejor; ambas opciones son legítimas. Para los que eligen perseguir la tradición antigua las nuevas preguntas que quedan sobre la mesa son: ¿Es posible para los estudiantes –japoneses o no japoneses de todo el mundo- estudiar y practicar con dignidad esta tradición? ¿Cómo hacerlo? ¿Para qué hacerlo?……. ¿Qué hacemos con el ninjutsu?

En el mundo moderno no es sencillo estudiar y aplicar una gran parte de las técnicas del ninjutsu antiguo. Las casas particulares y las instalaciones militares cuentan hoy día con sistemas de seguridad electrónicos que hacen absolutamente insuficientes las técnicas antiguas de infiltración sin hacer ruido; cualquier niño puede obtener una buena cantidad de pólvora negra adquiriendo legalmente una buena cantidad de petardos y es una pólvora de mayor calidad que la de las recetas antiguas; un hacker informático puede obtener desde su sofá más información que un nokizaru escondido en el techo por tres días.

 

¿Debemos, por tanto, abandonar el estudio de esta disciplina?

 

A los dieciséis años encontré un maestro que me enseñó a acechar al jabalí con un arco y flechas en el frio de la noche. Si eres capaz de sorprender a un jabalí en su hábitat, un enemigo humano te resultará sencillo.

 

Me enseñó a cuidar mi salud con infusiones naturales, a desplazarme en la montaña silenciosamente, a bucear, a salvar importantes obstáculos con la técnica del tengu shyou.

 

Me enseñó a conocer la naturaleza humana, a alejarme de las personas con ciertos vicios pero también a utilizar esos vicios en mi provecho, cuando sea necesario. También a simularlos si es preciso.

 

Me enseñó a hablar desde el hara y en mi vida adulta profesional utilicé esa técnica para conseguir que mis discursos fueran más elocuentes. Me enseñó la difícil relación entre la verdad y la mentira.

 

Pasé así muchos días y muchas noches de mi juventud en la montaña con mi maestro, practicando ninjutsu y artes marciales, mientras mis compañeros de estudios se iniciaban en el tabaco, la bebida y los pubs. La traición y la mentira aprendieron ellos a dominarla antes que yo y cuando yo la conocí no fue en la montaña con mi maestro, sino en la vida mundana.

 

El ninjutsu y el bujutsu son dos maravillosas tradiciones del pasado que tienen un inmenso valor en sí mismas. No se trata de lo que puedes conseguir con ellas, sino cómo su práctica moldea el cuerpo y el espíritu humano.

¿Qué podemos hacer con el ninjutsu? Estudiarlo, practicarlo, preservarlo, no contribuir a banalizarlo ni a convertirlo en una cosa ridícula para turistas y, sobre todo, transmitirlo a la siguiente generación.

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